viernes, 14 de noviembre de 2014

CARTA A LA SEÑORA PENA


Desestimada Sra. Pena,
Ante todo, ¡muy buenas noches! Aunque nuestras concepciones sobre lo “bueno” son totalmente diferentes y lo que realmente deseo es que tenga una agradable noche (a pesar de lo agradable para usted ser desagradable para mí… pero bueno, no sigo con las antítesis).  

Le escribo para que sepa que mi existencia sigue, aunque me hubiera gustado trasladarme para el lado de allá. No del suyo, sino del lado donde la primavera dura todo el año. Pero no fue posible, una vez más no me permitieron la entrada. Lo intenté otras veces, pero el  guardián me dijo que todavía no se me terminaron las horas que se me otorgaron para disfrutar de ese espectáculo. Así que acepté volver una vez más.

Después de largos días, por fin, hoy puedo decir que logró la luz entrar en mi habitación por la brecha de la ventana. Me desperté de un dolor terrible que me había hecho adormecer por una infinidad de horas. Abrí completamente la ventana y dejé el sol brillar en el medio de la oscuridad. Me cepillé los dientes, me peiné y me puse a ordenar el caos. Cambié las sábanas que tenían olor a desconsuelo y la funda de la almohada que seguía húmeda de melancolía. Prendí el estéreo y elegí un buen tema de rock nacional para lavarme el alma por completo.

A la mente hay que dominarla, sin embargo hay que tener paciencia hasta que se te viertan todas las lágrimas que se te corresponde. No me imaginaba que podría sobrevivir a uno más de sus golpes. No creía poder sentir tan liviano el corazón como lo siento ahora. Siendo así, señora Pena, le escribo para decirle que me encuentro bien y casi renovada. Pero, le ruego que tarde en volver, pues todavía tengo las venas abiertas y se me sangran.      
 Badennomás, julio de 2014.

J.C.

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