Desestimada Sra. Pena,
Ante todo, ¡muy buenas noches! Aunque nuestras
concepciones sobre lo “bueno” son totalmente diferentes y lo que realmente
deseo es que tenga una agradable noche (a pesar de lo agradable para usted ser
desagradable para mí… pero bueno, no sigo con las antítesis).
Le escribo para que sepa que mi
existencia sigue, aunque me hubiera gustado trasladarme para el lado de allá.
No del suyo, sino del lado donde la primavera dura todo el año. Pero no fue
posible, una vez más no me permitieron la entrada. Lo intenté otras veces, pero
el guardián me dijo que todavía no se me
terminaron las horas que se me otorgaron para disfrutar de ese espectáculo. Así
que acepté volver una vez más.
Después de largos días, por fin, hoy
puedo decir que logró la luz entrar en mi habitación por la brecha de la
ventana. Me desperté de un dolor terrible que me había hecho adormecer por una
infinidad de horas. Abrí completamente la ventana y dejé el sol brillar en el
medio de la oscuridad. Me cepillé los dientes, me peiné y me puse a ordenar el
caos. Cambié las sábanas que tenían olor a desconsuelo y la funda de la almohada
que seguía húmeda de melancolía. Prendí el estéreo y elegí un buen tema de rock
nacional para lavarme el alma por completo.
A la mente hay que dominarla, sin
embargo hay que tener paciencia hasta que se te viertan todas las lágrimas que
se te corresponde. No me imaginaba que podría sobrevivir a uno más de sus
golpes. No creía poder sentir tan liviano el corazón como lo siento ahora. Siendo
así, señora Pena, le escribo para decirle que me encuentro bien y casi
renovada. Pero, le ruego que tarde en volver, pues todavía tengo las venas
abiertas y se me sangran.
Badennomás, julio de 2014.
J.C.
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